28 de mayo de 2013

Paraguas de lunares

Hablaba el otro día de lluvia. Y casi de la mano de la lluvia, van los paraguas. Ese gran enemigo. No tengo nada en contra de la herramienta en sí, me parece útil y con tintes estéticos. Puede darle colorido o sobriedad a la vestimenta, poner un toque divertido, quizás hasta alegrarte el día.

Pero no son los paraguas los que me causan animadversión. Son los que lo empuñan. Sin darse cuenta de que en sus manos portan herramientas de destrucción. Tengo la suerte o la desgracia de medir 1.86m o lo que es lo mismo, lo justo para que los extremos de las varillas del paraguas medio me quede a la altura del ojo. Así que los días que llueve (que como bien sabéis, en Pamplona son pocos), me toca esquivar una maraña de afiladas garras que intentan arrancarme los ojos.

Y me parece curioso porque refleja fielmente en lo que se está convirtiendo la sociedad. Yo me protejo bajo mi paraguas y melapicaelresto. No me preocupo de si molesto a alguien, voy a lo mío y punto. Quizás la sociedad no se esté convirtiendo en eso, sino que viniese así de serie.

Hace un par de semanas estuve a punto de empezar a escribir el blog porque entré en el supermercado cuando quedaban 3 minutos para cerrar, y la cajera me dijo que ya estaba cerrado y que no podía pasar. Si me hubiese puesto cabezón, seguramente habría podido entrar y coger la pizza congelada que tenía pensado cenar. Pero no es ese el mundo que quiero. No quiero un mundo en el que estemos constantemente midiendolapollaaverquienlatienemásgorda. En el que reine el más fuerte.

El utópico mundo de la piruleta que tengo en mente es ese en el que cuando entre en el super la cajera me diga amablemente que está cerrando, y yo le diga sinceramente y de corazón que "es sólo un segundo". Y ella me mire comprensiva y empática, y me diga: "venga, pero dese prisa". Un mundo civilizado joder. Y la culpa de alejarnos de ese mundo es nuestra. Por comprar en esos supermercados impersonales, que para poner los precios bajos que exigimos se ven obligados a pagar una mierda al personal de cajas por un trabajo mecánico carente de humanidad. Por relegar al tendero de toda la vida, que te conocía y te llamaba por tu nombre, a un segundo plano y al olvido. Al borde de la extinción.

Escribía Pérez-Reverte sobre esto hace tiempo. Y cuando me pasó lo del supermercado a punto estuve de empezar el blog esa noche. Pero en ese momento tampoco tenía nada que añadir, y como decía aquel, si lo que vas a decir no es mejor que el silencio... calla.

La diferencia es que hoy he visto a una chica con un paraguas transparente. Puede parecer una tontería, pero era una gran diferencia. No se aislaba del exterior, tan sólo se protegía para no mojarse. Pero podía seguir atenta lo que seguía pasando a su alrededor. Y quizás yo, a diferencia de Pérez-Reverte, todavía no peino canas suficientes para verlo todo negro. Puede que todavía me quede una pizca de ingenuidad infantil que me deje seguir viendo las cosas buenas de este mundo. A través de mi paraguas transparente.

2 comentarios:

  1. ¿Y que te olvides los paraguas en todas partes qué significa?

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  2. Que no te preocupas por el futuro, que eres optimista, que vives el presente. Significa que para ti importa el ahora y el resto queda en segundo plano. Que aunques entres en un sitio diluviando, confías en que cuando salgas esté brillando el sol. O puede que simplemente seas descuidada. Llámalo X.

    Mi consejo en cualquier caso es que te compres un paraguas que te quepa en el bolso o un chubasquero.

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